Nada pone tan cachonda a mi preciosa esposa como su café de la mañana. Después de que se lo tomó, nos besamos. Mientras nos besábamos, acaricié sus grandes y jugosas tetas. Acariciarlas me dio ganas de azotarle su enorme trasero. Después de azotarle su enorme trasero, le metí los dedos en su cremoso coño. Luego, le follé su dulce coño por detrás.
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